Hubo hace
muchos pero muchos años, tantos que ni la humanidad los recuerda, un partido de
futbol en el que se dirimieron dos posiciones enfrentadas por su estado mental
, en un partido de futbol del que hoy se rescatan apenas algunos relatos
perdidos en la odisea del tiempo y el espacio. No se sabe hace cuanto ni donde,
no se sabe quienes vistieron tales camisetas ni quienes marcaron los goles,
pero si se sabe cuales fueron los equipos. De un lado y con una camiseta gris
con cuellito y bien planchadita, estaban los de La Cordura Futbol Club. Representada
por personas prolijas que peinaban sus pelos a la media americana, bien
afeitaditos, las medias hasta la rodilla y los botines tan lustrados que se podía
ver el reflejo del sol. Todos ordenados en fila, con sus nombres en las
camisetas y un número que los condenaba a mantenerse dentro de un cuadrante en
la cancha. Del otro lado estaban Los Colifatos Futbol Club, y sus camisetas
eran totalmente distintas, los números ( si es que lo tenían) estaban
expresados con anagramas, sudokus, adivinanzas y hasta sueños de la quiniela. Decían
que ellos eran más que un número, en tal caso eran una metáfora numérica que al
querer pasarlo a un número comun y ordinario , podía ser cualquier resultado. No
querían estar prefigurados o no sabían estarlo. Cada camiseta tenía un diseño
totalmente distinto, y sus colores variaban
en una amalgama que quizas fuese imposible para el simple espectador
distinguir. A ellos eso no les interesaba estandarizarse bajo ningun color, por
algo eran Los Colifas y representaban a la locura. Mientras que sus oponentes,
Los Cuerdos se burlaban de ellos por su
apariencia desalineada y sus pocas posibilidades de poder llegar a generar un
juego lo suficientemente noble como para ser vencidos por aquellos.
Sabemos por
documentos de la época que el partido se desarrollo en un estadio preparado
para la ocasión. Con vallas de seguridad, con tribunas para los unos y los
otros y con un operativo policial que envidiaria cualquier organización del
deporte mundial. No sabían qué podía pasar, sobre todo cuando en la tribuna de
los Colifas había tanto loco suelto. El
juez dio a elegir la cara de la moneda para iniciar el saque. Los Cuerdos
eligieron Cara y los colifatos Canto ( aspecto imposible de la moneda a salir)
El juez sin más remedio arrojó la moneda y cayó Seca. Ahí se produjo el primer
paradigma ¿ quién debía sacar?
Por
proximidad electiva y porque las reglas lo acompañaron, ganaron los cuerdos que
sacaron del medio.
El partido
comenzó y el medio campista de los cuerdos retuvo la pelota unos segundos en el
medio. Nadie lo venía a marcar. Un delantero, el 9 , escapó por el medio, llegó
al area y con un pase centro del medio campista a los pies clavó el primer gol…
El arco estaba vacío. El arquero estaba distraido con el andar de un grupo de
hormigas que iba desde el arco hasta el corner , donde cerca se encontraba un
hormiguero gigante. El 9 festejó por ser
su primer gol en este clásico e inmediatamente fueron al punto central de
la cancha. Le tocaba sacar al Colifatos
Futbol Club. Sacó uno que estaba cerca del medio campo y se la pasó a otro que
tenía aún más cerca. Este se puso a pisar la pelota con los dos pies, la enredo
entre sus piernas y la tiro por arriba suyo. La jugada fue espectacular, habia
inventado La Bicicleta… lamentablemente nadie lo marcaba. El balón le cayó en
sus pies y timidamente emprendió la carrera hacia una de las líneas del lateral…
se le fue la pelota y marcaron un lateral para El Cuerdos Futbol Club. Los
Colifas se miraban, no entendían de reglas y mucho menos del deporte marcado
del fútbol. Así fue que El 7 de La Cordura sacó el lateral, se la pasó al 8 que
gambeteo a un Colifa inerte y viendose cara a cara con el arquero pateó al arco
desconfiando de que este la vaya a agarrar. El balón se clavo en un angulo y el
jugador inmediatamente festejó… Pero ahora más apagado que el anterior. No
entendían bien que pasaba en este clasico universal. Apenas elevó sus brazos y
miró a la tribuna que era un poco más energica. Entre los que lo abrazaron
estaba el arquero, quien lo felicitaba por haberla clavado ahí. Le pareció
maravilloso y desafiante.
Nuevamente
Los colifatos volvían a sacar del medio. Sin entender mucho las razones de tal
reglamento, el mediocampista, que ahora era el arquero antes mencionado, metió
un bombazo hacia su arco y mientras el balón se dirigia hacia su meta, el iba
corriendo por debajo. Llegó unos segundos antes que la pelota e hizo una jugada
que siglos más tarde un arquero colombiano imitaría… El escorpion. El arquero
fue ovacionado por su tribuna, había hecho una pincelada de arte en su propia
meta y con un disparo suyo. Una obra totalmente inédita hasta el momento. Los
colifatos se abrazaban y festejaban la hazaña, mientras que en la distracción
el 11 rival agarró la pelota y le mando un terrible bombazo que puso el
marcador 3 a 0. Los cuerdos celebraron pero fue una expresión tibia. Apenas se
había oido un susurro. Mientras que Los Colifas aun no podían creer la jugada
que había hecho su arquero.
La tribuna
de La Cordura miraba con recelo estos movimientos y si bien los sorprendían no
podían parar de juzgarlos. “ eso no es futbol”, “ que se vayan a sus casas” , “
que los encierren en algun lado” Se podía oir entre los fanaticos de La
Cordura. El partido siguió su desarrollo, pero pocos entendían lo que pasaba. Pocos
eran los Colifas que se divertían inventando piruetas, hazañas y retruques que
poco tenían que ver con el metódico deporte futbolistico. Los goles seguían
lloviendo y el desarrollo era anormal en estas condiciones.
Ya con el
tanteador bastante desparejo y los jugadores de La Cordura totalmente cansados,
desanimados y aburridos, hubo una jugada que fue clave y fue por parte de los
Colifas. En un saque de arco el arquero se la había pasado de cabeza al
defensor ( no se sabía si estaba permitido pegarle con tal parte del cuerpo,
pero aún así lo hizo y el reglamento nada decía al respecto) luego la tomó uno
que andaba ahí cerca y medio pisandose los cordones cruzó sus piernas y mando
algo que luego fue llamado Rabona, se la puso en el pecho al que se había
mandado la bicicleta, quien nuevamente la volvió a hacer, pero esta vez con un
marcador incisivo frente a él, al bajarla no dudo un segundo en atrapar el balón
con los pies , y haciendo una vertical y dejando salir el balon en la altura
mandó un centro que le quedó en una mala posición al delantero quien en ese
momento quedó alucinado con un sol dorado que los alumbraba y queriendo pegarle
una patada al cielo metió un chilenazo que fue una pelota a dirimirse entre el
arquero y otro jugador que al ver que no llegaba se tiró en una zambullida a la
pileta y metio un palomazo que termino por desviar la pelota al palo izquierdo
del guardametas. El balón entró y los Colifas se abrazaron como locos, pero
como locos en serio. Cantaban, gritaban. Se agarraban unos a otros y se
lanzaban a los aires. Se hacían cocochos. Ni ellos podían creer tal
magnificencia artística. Celebraban la magia con la que habían sortiligeado al
equipo rival. Poco les importaba ir perdiendo por una diferencia de diez o de
cien goles. Los Colifas no necesitaban de cantidad, necesitaban de calidad. El
partido pretendió seguir. Pero quizas el extasis consumado en aquel pequeño gol
artistico habia dado orígen a algo que no sabían de sí mismos Los Colifas. Y
era que podían hacer de un juego totalmente estructurado y reglado, un juego
artistico, lleno de metaforas y fantasía que poco tenía de deportivo y
competitivo. Pero fue imposible. Al arrancar el segundo tiempo ya todo estaba
perdido. Los jugadores no se presentaban al campo de juego, estaban distraidos
haciendo cualquier otra cosa. El arquero perseguidor de hormigas ahora había
intervenido el arco con hormigas que iban y venían, el habilidoso bicicletero
no paraba de hacer piruetas con los alambres enresortijados que tenía por
piernas. Los supuestos delanteros habían inventado una canción hermosa que
cantaban a coro al arquero rival. Todo era un desmadre si se lo pensaba desde
lo deportivo. El partido debió ser suspendido porque Los Colifatos no pudieron
verse subsumidos bajo las reglas de un deporte que ya poco les interesaba y en
el que habían encontrado la belleza por fuera de sus normativas. Una roja al
hombre que se puso a girar el balon sobre un dedo, otra roja para aquel que la
embolzó en su camiseta y le mandó saludos a su mujer embarazada en la tribuna. Doble
roja para el coro de delanteros que no paraba de cantar y cantar.
Como es de
obviarse, el Cordura Futbol Club ganó tal encuentro. Pero se fueron con sus
caras largas y sus ropas impecables a sus hogares, apenas un breve silencio los
acompañó. En cambio Los Colifatos festejaron, y festejaron como si hubieran
sido campeones universales. Su tribuna hizo lo mismo. Saltaban del alambrado
para celebrar con ellos y les convidaban algun elixir paravalanchero…
Extrañado
por la situación , uno de los comentaristas se acercó para preguntarle a uno de
los jugadores porque celebraban tanto si habían perdido. El Colifato les
respondió simplemente
“ Porque nos hemos dado cuenta que no hay regla
que pueda atar nuestro arte, porque mientras Los Cuerdos hagan goles ,aquí adentro
de este estadio, en esta cancha, significa que nosotros podemos hacer mucho más
allá afuera, sin reglas, sin premeditaciones, sin estructuras, sin jaulas mentales… Solo con el
corazón y la belleza que entregan la magia, las artes y sobre todo La poesía de
la vida. Porque de eso se trata la vida. De celebrarla. De Celebrarla día a dia”
FIN
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