Las leyendas urbanas sufren de una cualidad que quizás pocos
tipos de relatos tengan. En un punto no se sabe si son verdad o mentira, si nos
las están contando para aleccionarnos sobre algo o para vendernos un boleto
turístico a un charquito en el medio de la puna jujeña ( siempre desconfio de
las leyendas que cuentan los guías turísticos en su afán de hacer más
entretenida una excursión y hasta en un
punto me molestan).
Lo cierto es que muchos hechos verídicos al ser transmitidos
de boca en boca van padeciendo exageraciones, onomatopeyas y hasta más de uno
se mete en la historia que le contó un primo de un amigo de su cuñado en medio
de una curda de taberna.
Dada esta preliminar presentación acerca de lo que son las
leyendas, procederé a narrarles una que me fue bastante cercana y que aún en algunas esquinas, en algunos
callejones, se sigue replicando…
Corría el año 1999, el siglo terminaba, el milenio también.
El sensacionalismo local y las revistas
de metaciencia ficion hablaban de autos voladores, planchas voladoras,
zapatillas voladoras y hasta tostadoras voladoras. Todo debía volar y no
sabíamos porque, hasta pensábamos que Batman podría volar y así ser dejado de
lado por sus cofrades. Lo único que
termino volando fue el presidente electo ese año… pero eso es harina de otro
costal.
Decía yo, corría el
año 1999 y la cultura Rock estaba en su apogeo. Bandas como Los redonditos de
Ricota, La Renga, Viejas Locas, Bersuit , Los Piojos y otras más... se
dirímian el podio a ser la banda con la que cerraríamos la década más rockeras
de nuestra historia musical. Todas estas bandas además de compartir un género
contaban con un factor en común. Las seguía un mismo tipo de público, el
público Rolinga. Publico inventado en las huestes de vaya a saber que antro, runfla o poliedro etílico que supo darle nacimiento a esta especie. Si hasta Mick Jagger puso sus ojos en blanco sorprendido
cuando en una de sus visitas un
periodista le mostró una foto de una pareja Rollinga. Dijo que eso no existía
en ningún lado y que a ellos nunca se les había ocurrido vestirse así. Ellos
los Rollingas: Corte taza con Flequillo salvaje hachado, pañuelito que debían
desilacharse para que pareciera que tenía varias batallas, remera de banda
antes mencionadas ( en lo posible en tonos rojos, blancos y de ultima negros),
pantalón jean celeste o su alternativa, el jardinerito ( también desilachados
mostrando quizás tantas batallas como el pañuelito), zapatillas toppers de lona
blancas o rojas. A todo esto, si hacía un poco de viento se ponían una campera
adidas azul de vivos blancos, y si estaban en la Antartida también usaban la
misma camperita. El Rolinga era atermico. Ellas en cambio solían tener el pelo
bien aplastado y morocho (siempre pensé que se pasaban pomada de zapatos o algo
por el estilo), cejas bien delineadas,
ojos y boca pintados a la perfeccion, pañuelito también, musculosa
blanca o en tono batic con alguna de las bandas antes mencionadas, calzas ¾ o
también llamados pescadores, zapatillas
topper blancas y en un 99,9% tenían buen ojete ( El lector avido podrá dirimir sobre este
punto ya que es de apreciación personal, pero no recuerdo una Rollinga que
carezca de tal cualidad).
A todo esto debe sumarsele gestos que iba adquiriendo el
Rollinga conforme su evolución progresaba. Uno principal era decir “ viejita” “¡
Eh viejita un pe pa la birra!”, “¡ Eh viejita no sale una seca!”, “ Eh viejita
no sabes como resolver este binomio al
cuadrado que sino me la llevo y mi vieja me caga a pedos y no puedo salir el finde que toca cañete
recortado !”. Así era el dialecto Rollinga, pero todo esto no valía nada si no
lo acompañaba con un gesto de su mano (izquierda o derecha) que era como una
pistolita que iba y venía de adelante hacia atrás por debajo de su pera y que
obligaba a otro Rollinga a ceder ante tal pedido. Cuando el hecho se
concretaba, el Rollinga pasaba sus dedos índice y pulgar por su barbilla y te
decía “ Gracia Vieja, aguante los redo, viejalo, los pio…” Y todo se hacía en
nombre de estas bandas y de ese sentimiento tan Rock.
El hábitat de estas tribus solía ser una esquina, un
kiosquito (en lo preferente con metegol) o la puerta de los recién iniciados
supermercados chinos. He aquí otro punto
importante en nuestro relato y para el cual deberé contextualizarlo a modo de
que pueda comprender más de que viene la cosa.
A fines de los 90 y luego de toda esta cosa que yo le decía
antes de los objetos voladores, tenemos que agregarle una gran invasión China.
De repente el viejo almacén y los grandes hipermercados y sus torres de cristal
irrompibles, se vieron amenazados por el advenimiento de chinos. Al principio
todos discutíamos si era el mismo chino que uno lo iba viendo de barrio en
barrio o si eran primos o si era una casualidad o tenía que ver con esto del
año 2000. Nos llamaba profundamente la atención que la Conozca más ( la revista
metacientífica del momento) ¿ Por qué la Conozca más no hablaba de los chinos
ni de los Rollingas pero nos distraía con lavarropas voladores?
De a poco todos comenzábamos a tener a la vuelta de nuestro
punto neurálgico de juntada barrial, un Chino. En algún momento pensábamos que
la estrategia de Marketing tenía que ver con observar juntadas de rollingas y ¡pum!
A la vuelta poner un chino.
No dispongo de datos de rigor corporativo, pero las empresas
etílicas vieron crecer enormemente su caudal económico y de producción. Aún así
no recuerdo publicidades con Rollingas. Quizas por la ilegalidad que cometerían
al poner menores de edad a escabiar en una publicidad. Así y todo puedo
decirles que en esa época escabiaban más los pibes que los adultos.
Otro punto de detenimiento que debo hacer es sobre la
convertibilidad monetaria. Cuando recordamos aquella época, solemos hablar de 1
peso = 1 dólar, pero lo que nadie dice es que 1 peso = 1dólar = 1 birra= 1 vino. Uno pedía un peso y
si lo conseguía tenia el día hecho. Con 2 pesos podía invitar gente y ya con 3
pesos se armaba un cumpleaños rollinga. Todo era maravilloso en esta época de
esplendor. Hasta la creatividad estaba a la orden del día. El Rollinga mezclaba
liquidos y espesos y se inventaba un trago que lo colocara. Así el vino blanco
con sprite (champan cordobe) o con jugo en polvo (heavy metal), o jugo de
naranja con el peor vodka (destornillador) o lo peor de todo el famoso 7mo
regimiento (que era básicamente el fondo de todo lo que quedaba después de una
fiesta de cumpleaños rollinga). A esto
súmele la marihuana que comenzaba a girar entre estos jóvenes y que también era
parte de la convertibilidad 25 pesos =25 dolares = 25 birras = 25 vinos = un 25 de faso paraguayo prensado y con olor a
culo.
Así el Rollinga también desarrollo una nueva habilidad,
armar cigarrillos de Marihuana y puso en juego su creatividad. El doble, o
triple seda ( Cuentan que en el barrio de La Boca una vez hubo un cuádruple seda), el Apolo 13, el Cristo
Redentor y la sonrisa de Peron. Luego de esto la creatividad se veía plasmada
en que fumar lo ultimo del porro, la famosa tuca. Para ello el Rollinga sacaba
el papel del cigarrillo e improvisaba una pipa, o agarraba el agujerito de las
llaves, o la cerradura de la casa o los agujeritos de respiradero de su topper
de lona blanca. El Rollinga era todo lo que nuestros padres no hubieran querido
ser y por suerte no fueron. Así y todo, todos
fuimos o teníamos algún amigo cercano muy querido que era Rollinga.
A modo de pedirles disculpas por esta alargada descripción
antropológica que acabo de realizar; pasaré a narrar lo que la leyenda que
anuncie en el comienzo exigía.
Era ese año 1999 y Juan Ramón Jaime Guglielminpietro,
también conocido como el Chipy del Oeste, se encontraba en su unidad básica
rollinga en la puerta de un recién iniciado chino con otros de su troupe. Pasaban
los días y las tardes ahí y ya jugaban de locales. Sabiamos que estaban porque
ya desde la esquina llegaba el olor a faso de los pibes y también a meo que
destilaban en un pobre arbolito a unos pasos de su lugar de parada. Además este punto era estratégico para pedir
el famoso pé para la birra. Era enternecedor verlos escabiar y ponérsela en
todo momento del día y eso a uno lo interpelaba desde un lugar de reflexión y
solidaridad.
El día de los hechos suscitados a continuación podemos decir
que toman relevancia a partir del momento en el que iban quizás ya por el tercer
cajón de birra, cuando se dieron cuenta que era tarde y pronto el Chino cerraría sus
persianas. Apuraron la birra de un sorbo y lo último se lo tiraron a un
arbolito al dicho de “ para los que no están” ( otro ritual roliinga). Se
metieron de zopeton y sacaron la ultima de las birrolas, al ir a pagar el chino
les exigió la devolución del envase. Ellos solían proveerse de los envases del
chino y vivian a cuenta de ese envase, finalizada la noche devolvían envase y
todos contentos y felices. Pero el tiempo corría en su contra y esa persiana
caia ruidosa, estrepitosa y de a poco. Apuraron a juntar las pocas monedas que
tenían y llegaron apenas a la mísera cifra de $1,10. Esto no les alcanzaba ni
para señar el envase y ya no había público a quien manguear. Por ende, Chipy,
usando sus poderes tele hepáticos ( otro poder que tenían los flequilludos); y
usando sus gestos y ademanes convenció al señor chino de que le manguee ese
envase para poder seguir escabiando. Dicen que dijo algo así “ Eh viejita,
copate, hoy toca Ojos Locos en el Marquee ( gestito a la pera) y nosotros
estamo reeee careta, no tira nada y adentro la birra te arrancan un ojo de la
cara (gestito) daaaa no sea malo, vamo los stonnnn”. Así y todo, no sabemos
como, pero el chino accedió, pero mirándolo fijo a Chipy y desplegando toda su
sabiduría samurái en una mirada cortante,
le dijo… “ me lo trae mañana, promete por la vieja” . Chipy llevó nuevamente
sus manos a la cara y dijo “ asi de una, vamo los redoooo papaaaa” y se fue con
aleteo de pollo a seguir con su ritual.
La noche estallaba en millones de estrellas, era de
primavera y las hormonas de nuestros muchachones estaban al rojo vivo. Ellos iban por las veredas tirando magia de
acá, magia de allá, “ pásame un fasulo”, “ tomá un trago”, cuando sin darse
cuenta Chipy cruzó mal la Avenida Niceto Vega y sin ver que venía el 168 se lo
llevo puesto como un raquetazo. Fue una muerte trágica, pero sus amigos dicen
que llegó a sacar la lengua y hacer su típico gesto característico antes de fallecer, unos
segundos después de haber sido arrollado. En sus últimos segundos Chipy pidió
encarecidamente a sus amigos “ aunque pase lo que pase devuelvan siempre el
envase, y aguante Viejaslooooo
¡agghhhh!” y así se despidió de este mundo.
Sus amigos consternados por tal situación, inmediatamente
llamaron a la ambulancia a los bomberos y al Marquee para que banque 15 minutos
antes de empezar el mentado show.
Despidieron a su amigo con unas secas y sabiendo que ya no
había nada que hacer se fueron para el show. En tal caso después del
espectáculo irían a ver si les avisaban a los padres y esas cosas
desagradables.
Se alistaron y con aleteo polluelo rumbearon para la
ceremonia rollinga a celebrarse, sin percatarse que dejaban abandonado ese
envase de birra que Chipy había pedido devolver.
Meses después comenzaron a suceder cosas extrañas en las
góndolas del chino donde iban sus amigos. Botellas de vino que se caen cuando
alguno de ellos pasa y se las hacen pagar, objetos que aparecen en sus
bolsillos, innecesarios para los rollingas pero que los subsumen en el fino
arte de delinquir y les trae problema con el chino, o les maldice los vinos
haciendo que estos estén picados y como ya sabemos “ el vino una vez abierto no
tiene devolución” ( nunca comprendi como
hacían para escribir tan bien esa oración pero no pueden entender cuando te
encajan un billete trucho).
Dicen además que cuando estos hechos suceden, desde los
parlantes, donde el chino pasa su pop estridente, suena satisfaction o start me up versión china pop. Dicen
también que es el alma de Chipy la encargada de todos estos desmanes y que sólo
podrá ascender y despegarse de este campo terrenal una vez que ese envase sea
devuelto. Sus amigos buscan
desesperadamente.
Mientras tanto… Chipy seguirá latiendo y tirando aleteo, siempre en el corazón
de los pibes.
Siempre te vamos a recordar Chipy de Morón |
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