sábado, 15 de julio de 2023

Emongo


Hace tiempo tengo ganas de contar esta historia, porque forma parte de mi vida y porque me resulta de una injusticia poética que creo que pocas historias lo tienen.
Corría el año 1991 y yo cursaba el segundo grado de la primaria en la Escuela Armenio Argentino en el barrio de las Cañitas. Recuerdo pocas cosas de esa época, algunos compañeros, a mi maestra y los precios de algunas cosas como los chicles y la gaseosa en lata. Recuerdo también que se jugaba mucho a las bolitas y al poliladron y recuerdo ,sobre todo, a un compañero que es el protagonista de este cuento que les contaré, su nombre es Emongo.

Emongo era un muchacho recién llegado del Zaire, su padre era embajador y había sido destinado a estas tierras. Emongo era negro, alto y muy simpático.  En ese entonces ver personas negras no era algo tan común y menos si eran de El Zaire. 
Con Emongo trabamos amistad rápidamente, Me producía mucho interés su forma de ser y sobre todo aprender de su cultura. Algo que recuerdo que me agradaba mucho era tocar su pelo micro enrulado que parecía una esponja y a Emongo esto no le molestaba. Con Emongo compartíamos muchos momentos y poco a poco yo le enseñaba a decir algunas palabras y oraciones en castellano. La más graciosa fue " Tirate un pedo" que la repetía constantemente y se la decía a todo el mundo, lo cual me hacía gracia por un lado pero me daba vergüenza cuando se la decía a las chicas y sobre todo a las de grados superiores.
Emongo y yo éramos muy unidos. No se si a usted le ha pasado, pero el proceso de ser niño y tener un amigo al que enseñarle cosas lo pone a uno en un rol de responsabilidad que a esa edad no se tiene. Con Emongo íbamos y veníamos de la escuela y en el transcurso de los días el iba adquiriendo más y más vocabulario, al punto que me contaba sobre su vida en El Zaire y otras tantas cosas que me fascinaban de él.
Un capitulo que recuerdo con mucho cariño es una vez que Emongo me defendió de uno que me había pegado una trompada en el estomago. Inmediatamente fue y se la devolvió, vino me abrazó y me consoló hasta que se me pase. En ese entonces me sentí muy protegido y querido por mi amigo.
La realidad es que Emongo no dejaba de ser visto como un bicho raro para muchos de mis compañeros y compañeras y para la sociedad en si. Todos nos miraban al pasar con cara sorprendida y Emongo respondía con la frase que había aprendido " Tirate un pedo", y nos reíamos y seguíamos camino.
Era superador ver a Emongo reírse de la sociedad y hasta debo decir era aleccionador. Pero hubo un día donde le tocó perder y sufrir la discriminación  fuertemente y ese día estaba yo presente, al lado de él y no pude hacer nada para defenderlo.
Ese día la niña bonita del grado, Morita, le dijo a Emongo " Negro de Mierda" y Emongo en un acto de justicia le respondió arrojándole una taza de plástico de Coca Cola, casi de goma era la taza, pero se ve que con la fuerza que la había arrojado no tuvo mayor suerte que ir a parar a un vidrio del aula. Vidrio que  se rompió. Seguido al estallido hubo un silencio, las miradas se posaron sobre Emongo e inmediatamente nuestra Señorita se lo llevó a Dirección. 
El hecho había sido grave, romper un vidrio en Segundo Grado es algo fuerte. Morita inmediatamente quebró en llanto y todos se acercaron a consolarla. 
Al llegar la maestra se hizo un silencio largo y nadie dijo nada. 
Al otro día Emongo no apareció por la escuela y se decía que lo habían suspendido. Yo quería saber de mi amigo pero nadie me decía nada. Primero eran tres días, luego cinco, luego quince ... y los días pasaban y Emongo no aparecía, hasta que entendí o me habrán hecho entender  que se había cambiado de escuela.
Al tiempo me llegó una invitación a su cumpleaños, no recuerdo como, pero recuerdo que mi mamá le compró una remera muy piola, con tonalidades fluor y una tabla de Surf muy canchera. El día del cumpleaños tenia mucha emoción por volverme a juntar con él, pero mi madre desistió de ir al cumpleaños o más bien hizo que no sabia cual era la calle o la numeración. La cuestión es que no fuimos y la remera me la quedé yo.
Por dentro mío sentí una gran tristeza y desolación. Nunca más supe de Emongo y siempre pensaba como habrá seguido siendo su vida y si él se acordará de mi como yo lo hacía de él. Siempre lo busqué por las calles, o pensaba que si le preguntaba a otra persona negra quizás sabía de su paradero, pero nunca lo hice.
El tiempo corrió y corrió. Los días pasaron y Emongo quedó como una evocación de una edad y de una injusticia que se había cometido y que yo no había podido resolver nunca. Emongo no era culpable, Emongo había reaccionado asi ante la discriminación justamente de una niña rubia, ojos claros y con olor a chicle en sus ropas (digo esto porque en lo noventa todo olía a chicle, el chicle era un estatus social).
En el año 2009 me encontré con Pito( ese es su apodo), un amigo mío y compañero de esa época que vivia en mi mismo edificio. Charlando de las cosas me cuenta que había salido una red social que se llamaba Facebook y que allí estaban todos nuestros compañeros. Lo primero que hice fue preguntarle por Emongo y me dijo que no se había fijado pero que seguro estaba. Inmediatamente subí a mi casa, encendí la computadora, me registré en Facebook y busqué a Emongo.
Entre todos los Emongo que había vi uno que era pelado y que me parecía que era él. Figuraba como Francoise Emongo. Me sorprendió que se llamará Francoise y que yo no lo supiera.
En su foto de perfil estaba con traje azul muy pintón, apoyado en un Rolls Royce y un reloj que asomaba de su manga derecha que parecía caro.
Inmediatamente lo agregué y esperé que me respondiera la solicitud, al hacerlo le escribí un mensaje contándole quien era. En seguida me respondió y algo se acordaba de mi; no con tanto afecto como yo , pero algo se acordaba.
Nos pusimos a conversar, me conto que vivía en Londres y que estudiaba Ciencias Políticas. Que andaba muy bien y al parecer tenia un buen pasar. Entre charla y charla   le cuento el recuerdo que tenía de la taza y lo injusto que me había parecido todo lo sucedido, además le pedí perdón por no haber hablado en su defensa.
Emongo rio con un jajajaj y me dijo que no lo habían echado por eso...
Al parecer su padre, el Embajador de El Zaire, había tenido un affaire con nuestra maestra y su madre se había enterado y lo amenazó con ir y contar todo en la Embajada, lo cual tendría un desarrollo nada favorable para la carrera política de su padre.
Luego Emongo desapareció de facebook junto con su perfil.
Al tiempo de esto dejé de preguntarme por su vida y como le estará yendo...
Lo que si me pregunto es si anda suelto por el mundo, vaya a saber por cuál continente, diciéndole
a la gente " Tirate un pedo" y haciéndome, sin darse cuenta, un homenaje en vida como el que le acabo de hacer a él.

* Al terminar este cuento me quedó latiendo una cosa , y es que si mi madre al enterarse de la situación del Padre de Emongo no me habrá querido mandar a la casa para evitar cualquier quilombo... o que El Emabajador quiera tener un affaire con ella.
















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