A los náufragos nocturnos de la ciudad las historias nos suceden un poco porque las buscamos. Nos ofrecemos, salimos a poner el hocico, a ver si llueve... Muchas de estas tentaciones a la suerte terminan siendo olvidadas, quizás por la cantidad repetida de ellas, quizás porque la mayoría terminan en un paso desdoblado antes de tocar la catrera y despedirse hasta el próximo suspiro…
Solo guardamos aquellas que nos dejan un tajo en el corazón, un poco de limón al cuore, un poco de aguardiente y que arden en la sangre y lejanas a dejarnos una merecida lección las volveríamos a repetir.
Del cuello de una nube me colgué esa noche y salí a perderme con mis amigos, si mal no recuerdo estaban el Luchi, Dante y alguno más, otros naufragos de la noche como yo, amigos de batman y también del guason.
Uno de los últimos recuerdos antes del ultimo beso a la ultima birra, somos nosotros dando vueltas por las cercanías del Cementerio de Chacarita, en las plazas que tiene enfrente.
Un poco eludiendo las baldosas, otro poco al destino, hasta mi sombra se confundía el paso y casi la pierdo en más de una ocasión al doblar por la esquina y quedar enganchado a alguna farola cantando alguna canción medio bajon para condimentar la borrachera de la que era víctima.
Esperamos con los muchachos el 65 que me llevara al barrio de Caballito, barrio que albergaba a esa alma que me compone y que es responsable de este cuerpo y de este sujeto.
Al dar esos dos primeros pasos que me introdujeron en el colectivo, noté que una mirada me atravesaba como un dardo salvaje del amazonas y yo como presa fácil me deje atrapar.
Las miradas se nos cruzaban en el viaje pero no se lo atribuía más que a mi estado de ebriedad, ese estado que muchas veces nos da la idea de ser un chulo bien guapo del espectáculo y de la televisión, un Steve Mcquinn, un Al Pacino… una especie de Rolling Stone.
Las miradas eran sucesorias, de ida y vuelta, como si fuera un partido de futbol, uno se defendía cuando el otro atacaba y al revés. Jugamos todo ese primer tiempo, hasta que al ver a la tribuna me di cuenta que ya estaba llegando a mi destino y que debía retirarme de la contienda, sintiéndome airoso pero no sin antes decirle algo, por lo menos un chau nos vemos la próxima.
Quizas por ese golpe llamado suerte, se dio que se bajo en la misma parada que yo en Avenida La Plata y Alberdi. En esa misma esquina había una estación de servicio que tenía un kiosco 24 hs. Ella se dirigió al mismo, sus piernas largas y bien contorneadas, con medias negras y una minifalda que las hacía ligera, largas, las movía con un swing que distraaía a más de un surtidor y a mi también que no encontré mejor excusa que acercarme hasta el kiosco con la excusa de comprarme un alfajor Jorgito para el desayuno al despertar. Para quienes no conocen el Jorgito, es un alfajor que juega muy bien en dulce de leche, chocolatosidad y crocantismo, es un alfajor que quien se enamora no se despega nunca más…
Volviendo a la historia… Ella compra una gaseosa y unos puchos, paga, le dan el vuelto y da unos pasos cerca mio, se queda como esperando. Yo pido mi Jorgito, recibo el vuelto y pienso que el segundo tiempo arrancó hace rato. Al darme vuelta me tira un pelotazo al que logró reaccionar y me dice:
- ¿Disculpá tenés un faso?
Por la dirección de la pregunta y un poco de inocencia que me quedaba en algún rincón del corazón interprete que se refería a un cigarrillo
A lo que le conteste ofreciéndole un pucho y ella me retrucó diciéndome
- Un faso de porro no de pucho…
- No. Aca no tengo, tengo en casa…
- Ah que lástima porque tengo que hacer tiempo aca
- Pero…
El tiempo se enlentece, la tribuna está expectante, los relatores están con la ñata pegada contra el vidrio, se aflojan las corbatas porque arranca por la derecha el genio del futbol mundial… y le digo:
- Vivo aca al lado. ( y le señalo la pared de la estación de servicio. Ya que mi casa estaba ahí nomás como mi dedo lo indicaba).
- Bueno vamos y me das un faso…
Entramos sigilosamente ya que vivía con amigos en esa casa, una casa antigua que tenía un parecido con la vecindad del chavo. Se entraba por un porche y había unas habitaciones con grandes aberturas y sus postigones. Mi cuarto era el de Benito el Cartero del Chavo, patio en el medio y escaleras finitas al fondo, una habitación de 3x2 donde entraba una cama, unos libros, un equipo de vinilos, mi ropa y mi humanidad. En las paredes un collage de fotos que me acompañaban donde guardaba seres queridos y demás.
Conversamos un poco y note una tonada extraña, le pregunte de dónde era y me dijo que de Brasil, si mal no recuerdo de Sao Paulo…
Una vez adentro de mi habitación, busque el porro, lo desmenuse y lo armé para convidarle a la señorita, quien después de dárselo me dijo…
- No me quiero ir, me quiero quedar a pasar la noche con vos, me iba a ver con mi ex novio pero prefiero quedarme si voce no tein drama.
Y eu que no tenia drama, pero que si desconfiaba de la situación le dije que no tenía ningún problema. Inmediatamente nos besamos y comenzamos a levantar la temperatura, nuestras manos iban por cuanto rincón pudiéramos explorar y el goce se volvía inmediato, desgarrado, sinónimo de piel, caldera y pasión.
En ese baile de las almas ella me frena y me dice que tenía que ir a avisarle al ex novio que estaría afuera, en la estación de servicio, al lado de mi casa, donde se iban a encontrar y se terminó encontrando conmigo.
Desconfié absolutamente de toda la situación, sospeche que no le había hecho caso a los dichos de mi madre cuando me decía “ no aceptes nunca caramelos de extraños” a lo que le modificaría y diría “ no aceptes nunca caramelos extraños y menos de madrugada”.
Lo primero que vino a mi mente fue que era una especie de viuda negra que operaba de esta manera y yo había sido una víctima fatal. Me imaginaba dos negros grandotes pateando la puerta ni bien les abriera y luego tomándome de rehén y robándonos todas nuestras pertenencias a mi y a mis amigos Leo y Maxi con quienes convivía.
Luego recordé que con Leo y Maxi no eramos de tener grandes lujos mas que un lemonchelo de Leo o una foto con Manu Chao de Maxi.
Si íbamos a ser victimas de eso crei que pronto los decepcionaríamos así que relaje, la deje que se vaya a despedir del ex novio e inmediatamente subí a la terraza de esa casa a ver la secuencia desde allí (confieso que todavía seguía esperando que se junte con los negros).
Mientras la veía desde arriba esperando en la esquina llegó su ex novio, un muchacho de aspecto medio hippie como si fuera un estudiante de filosofía y en una bicicleta antigua de carrera. Intercambiaron algunas palabras y el se fue puteandola… Ella volvió a mi puerta y golpeó tres veces. Bajé volando de la terraza y le abrí. Retomamos el asunto interrumpido antes de que cierre la puerta y continuamos en mi habitación.
La noche fue larga y hasta último momento estuvimos disfrutándonos. Recuerdo haber quedado extenuado. Ya a lo último le pedía que me cante canciones en portugués como ser Garota de Ipanema y Acuarela. Se ve que el efecto de sus melodías y sus curvas hicieron que me durmiera soñando que estaba en alguna isla de aguas celestes, cocoteros y arena fina.
Habré dormido unas horas.
Al despertarme quise abrazarla y noté la ausencia de su figura en mi colchón. Me levanté de la cama y la busqué por la cocina, el living, el baño, la terraza y no la encontré. Busqué sus pertenencias y no había rastro ni sombra de ella. Se había marchado y sin decir adiós. Dolía, dolía fuerte. Haberse enamorado tanto esa noche y de repente ni un chau que sigas bien merecía nuestra despedida.
Al volver a mi cuarto me hice un café para acompañar el alfajor que me había comprado el día anterior y ahí me di cuenta de lo que implicaba esta fuerte traición.
Lo que más me dolió no fue que se haya ido sin decir adiós o que me haya robado el corazón…
Lo que más me dolio fue que además se llevo puesto mi alfajor.
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