domingo, 15 de diciembre de 2013

¿Y si el Peche no murio?



¿Y Si el Peche no murio?




La historia no tendria nada de particular sino fuese porque en un corto periodo de tiempo la vida me cruzo con un artista, quizas uno de los ultimos bohemios de la tierra, un arrabalero del oeste, un poeta, un incomodo, un sincero, un buen tipo, pero sobre todo un gran ser. Se presento ante mi como Hugo, pero lo conocían como El Peche, de Buenos Aires Negro,agrupación en la que no solo tenía la responsabilidad de cantar, sino que ademas les pedía que le pongan ritmo a sus vivencias.

La historia que me une con Peche es particular.

Hace unos cuantos años, cuando laburaba de cadete, iba de aca para alla. Podía estar en Barracas a una hora y en devoto quince minutos después, podia dejar un sobre en La Boca o perderme en el temeroso San Martín. Las opciones de mis días eran variadas pero se enfrascaban en la rutina de hacer lo que a mis jefes se le ocurriese. Un Che Pibe. De aca para alla como bola de loco. Buscaba romper la rutina a través de las lecturas. Siempre un libro me acompañaba y siempre un cuaderno se disponía a recibir mis pensamientos mas apocrifos en nombre de la espera y la reflexion ( por tal de no estar en una cola de banco era capaz de cualquier cosa)

Como decía , la vida me traía de aca para alla y yo era un naufrago con destino en los transportes publicos. Bajate aca, subite alla , combina con tal linea , dobla a la izquierda. Ojo donde te metes. Estos sacudones intempestivos de mi destino prefigurado me llevaban muchas veces a exiliarme de la tierra en pensamiento ultra mundanos y paganos.

La vida no me deparaba muchas sorpresas. Pero sin duda la que más recuerdo es la que conocí al Peche.

Fue una tarde de verano. Yo estaba viajando en el subte B, cuando viniendo de Villa Urquiza para luego subirme al Tren San Martín que me llevaria a mi Oeste tan querido para perderme entre las callejuelas de Hurlingham. Decía, me encontraba en el subte cuando de repente veo que en el estante que se encuentra arriba de los asientos habia un bolso. Decidí tomarlo y ver que habia adentro. Allí habia cuadernos, algun libro, una revista, una agenda llena de telefonos ( como en la vieja era) y vaya a saber cuanta cosa mas que no me atreví a investigar. Lo primero que pense era que le habian zarpado el bolso a algun pobre infeliz y que lo habian dejado pelado. Así que me puse a investigar los cuadernos a ver si encontraba algo. Alli encontre poesias y anotaciones por millones, de una riqueza incalculable. Conocía el escrito pero no al escritor. Pero su pluma me delataba que me encontraba sin duda ante un hijo de Virgilio, Dios de la poesía. Un sensible, un duro, un incomodo que se atrevia a mojarle la oreja a la puta realidad. Y así fue que buceando entre sus anotaciones fui a su agenda. Allí encontre algunos numeros. Lo llamé a el pero no me atendio. Llame a un segundo telefono que figuraba en la agenda.

- Hola ¿que tal? Mira te llamo por que acabo de encontrar un bolso gris con cosas y vi que tenia este telefono. No se si se lo robaron o que

- ¿Donde lo encontraste?

- En el subte…

- Uy si, debe ser el de mi compañero que se lo olvido. Ahora le digo que se comunique con vos.

- Ah mira, intente comunicarme con el pero no me atendio.

- Ahora lo ubico porque andaba re preocupado

- Bueno espero tu llamado




Al rato seguí mi camino esperando ese llamado. Me agarro subiendo al tren.




. Hola soy Hugo, recien hablaste con mi mujer, me dijo que encontraste mi bolso.

- si, así es, mira yo me estoy yendo para Hurlingham, no se donde andas vos, pero podemos combinar.

- Uy buenisimo yo estoy cerca, si te parece nos encontramos por ahí.

- Bueno, de una, cuando aterrice por alla te llamo y arreglamos




Subido al tren me senté en un asiento cerca de la ventanilla. Las ventanillas del San Martín componen una de las más lindas pinturas que haya podido ver. A uno le pega el sol justo en el hombro y los paisajes que le pintan a la mirada son de temible admiración. Siempre siento cierto anhelo con Santos Lugares, o me veo entre lineas de Dolina paseando por Devoto, y me pierdo en los rosales que crecen al costado de la via. Estas imágenes las distraía cada tanto husmeando en los escritos del Peche. Notaba que lo que escribia y lo que yo veia eran dignos de acompañarse como un vals, como un tango, como un abrazo a los lugares. Eso era el Peche.




Llegué a Hurlingham, hice lo que tenia que hacer y después me comunique de vuelta con Hugo. Arreglamos un lugar de encuentro y allá nos vimos. En un boulevard que desconozco el nombre. Nos juntamos y me dio un abrazo, me convido un cigarro y caminamos un rato. Nunca dejo de agradecerme. Hablamos un rato sobre la vida. Me conto de su Buenos Aires Negro y yo le comente de mi radio. Lamentó no tener un cobre para agradecerme. Pero a cambio me convido dos cigarros más. Uno para compartir con el y otro “para la oreja”. Seguimos caminando y hablando un poco de la vida. Le confesé haber cometido el beligerante acto de leer sus cuadernos y me vi en la obligación de felicitarlo. Se mostró agradecido y lleno de humildad. Lo invité a la radio a que venga algun dia a tocar, a cantar, el me dijo que encantado … me pregunto donde vivía y le dije que cerca de Congreso, justo por donde el laburaba Acertado me comentó que pronto me estaría llamando para acercarme un disco a mi casa y compartir unos mates.

El tiempo pasó y Peche aun no me llamo. Leí por ahí que lo habían asesinado en un hecho confuso, quizas un hecho que el mismo hubiese podido escribir en algun tango. Quizas fue dueño de su destino.

Lo que si. Hoy un par de años después, creo que Peche no murió, creo que no pudo morir. Aún me debe un disco y unos amargos.




Hace un tiempo, Cristina ,su mujer, me dijo de acercarme su disco para cumplir la palabra del Peche...







Perdon, pero aún espero que me lo traiga él.











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