jueves, 15 de febrero de 2024

El trencito fantasma Carioca que partió de Morón Oeste


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Con tan opulento título uno debiera creer que el siguiente relato es una historia de terror clase Z o un mal pasar de algún cineasta devenido en licenciado en series de netflix que tuvo una ideaza y que contando con un poco de dinero de alguna multinacional explotadora de pingüinos o de una conspiración paranoide de un grupo que busca lavar dinero y cerebros a través de una serie que reúna todos los condimentos y aditivos propios para hacerlo. Pero no, la siguiente es una historia que me contaron cuando yo era un púber y tuve la posibilidad de patear las calles del oeste lejano, allá donde las chicharras son parte del trajín sonó rico de las siestas y las estrellas no se alambran para poderlas disfrutar. Donde el silencio acompaña las pisadas y los sahumerios tienen olor a hojarasca de otoño quemándose en la zanja de algún hogar. Eso y mucho más es la vida allá, donde se ve el sol despedirse de a poco y la luna enfocarnos como farol confesatorio.
De mis tiempos en el oeste lejano recuerdo muchas cosas, como los códigos en el mano a mano, los vinos de cartón, el partido de truco en el furgón y el escabio de poca y baja calidad que allí circundaba. También recuerdo la tradicional costumbre de que todos los fines de semana cumpliera años algún familiar del primo de un amigo, y que eso fuera motivo suficiente para festejar. Unas carnes a la parrilla, unos pares de cumbias, unas jarras con sangrías u otros elixires etílicos, ya eran motivo para juntarse a armar una fiesta donde se llenara de familiares e invitados. Porque también otra costumbre de provincia es que sean todos familiares de familiares e invitados  de invitados.  Así muchas veces se da que dos que no tenían que cruzarse se cruzan y se arma la bataola.
Por suerte y gracias al destino este no sería el caso…
Corría el año 1992, los calendarios sonreían con un estrepitoso febrero, buen clima veraniego en el conurbano bonaerense. Las pelopinchos eran una especie de fuente de la juventud donde todos los que se metían se mantenían jóvenes y con sueros como el jugoso choripán criollo de carnicería barrial y unos elixires provenientes de viñedos riojanos junto a gaseosas de dudosa procedencia que servían para amenizar las mezclas estrafalarias que volcaban en jarras y sucumbían en paladares exigentes y particulares  del conurbano profundo.
Ese día coincida justamente con el cumpleaños de 15 de Olguita, la mayor de la familia Gómez, los del taller mecánico que él había heredado de su viejo y que ella se dedicaba a hacer tortas para los agasajamientos como el que suscitarían de su primogénita, la antes mencionada Olgui.
Estaba todo listo y organizado, el salón del club del Sindicato de Mecánicos y Torneros  de Morón y zonas de Influencia o también conocido por sus siglas El SINMECTORMOYZONDEINFLUE.  La familia de la nena había hecho un gran esfuerzo económico en todo a lo que esta fiesta concierne y así también sus parientes fueron solidarios. Por ejemplo: Los hermanos de la madre se habían copado con las sidra; ya que el marido de la tía Susana laburaba en el municipio y era el encargado de armar las canastas navideñas; y que  para esta ocasión ya había previsto encanutarse un par de sidras y panes dulces. Por otro lado un amigo del padre de Olgui tenía una fiambrería y fue muy generoso regalando los culos de los fiambres que tenían una próxima fecha de vencimiento. Un primo lejano se portó con el coche e hizo llegar a la nena en un Renault 9 con un moño tamaño King Kong.
Esa noche era mágica. La fiesta contaba con una asistencia del ciento ochenta por ciento, con esto quiero dar por sobre entendido que fueron los invitados, los amigos de los amigos y los amigos de los invitados que eran considerados por ellos mismos amigos.
Siendo las 21: 07 la homenajeada hizo su entrada con el tema Que Maravillosa Noche de Eric Clapton pero interpretada por JAF, una pedorrada que suena y parece que queda bien pero sigue siendo una pedorrada. Allá fue su padre, el Gordo Mario a recibirla, y mostró orgulloso a la nena y a su traje que ya cumplía unos 24 años y bastante exigido le quedaba de costura y de botones. Luego la sacaron a bailar los tíos, los primos, el primo… los amigos…el amigo… y sus compañeros y colados que querían parecer naturalmente invitados pero que no lo eran. Al finalizar los invitados fueron convidados a cumplir con todas las leyes del ágape tradicional que no quisiera detenerme en detallar pero si contar brevemente.
Allí hubo de Plato asado, pan y bebidas varias. De postre helado tricolor o ensaladas de frutas. Y de post postre asado frio, pan duro y bebidas un poco más tibias pero que igual tiraban unas horas más. Nuevamente a bailar, un poco del presentador, que  dicen las malas lenguas que estaba bajo alguna sustancia que le producía euforia y potenciaba su personalidad. Todo esto para darle entrada a la repartición de velas y otra vez a bailar, a seguir chupando y dale que va…
Todo se desarrollaba con naturalidad, pero había algo en el ambiente que iba haciendo que se pueda respirar en el ambiente que algo pronto sucedería  ¿Cómo explicarlo? Como ese vientito previo a la tormenta, como ese silencio previo a la frenada de colectivo que se va a llevar puesto un local o una casa. Así se percibía todo.
Fue para el horario de las 4 y pico que llego el tan mentado y esperado Festival Carioca,pepepepe pepe pepepe, la repartición de cotillón, los chipotes chillones, las guirnaldas y toda la parafernalia que hacen que lo poco de dignidad y los límites morales y éticos que hacen a las buenas costumbres y la educación desaparezcan. Así es bien visto que un tío, licenciado en filosofía, agarre un objeto fálico inflable y se lo quiera introducir a la suegra que a su vez anda con unas tetas de plástico y un antifaz desfachatado donde esconde, cuan superhéroe, su identidad, mientras que un sobrino agarra a la prima recién divorciada y la apoya con la excusa de que estaba estrecho el paso entre las mesas y el baile.
Entre toda esta amalgama de situaciones es que para este momento se arma el nunca mal ocasionado trencito carioca.  Dicen quienes saben que sólo los buenos disk jockeys saben leer a su público, lo que pide la pista, que junto a una secuenciación exacta de canciones y luces, logran que esto hecho surrealista suceda…
Quizás por esta conjugación de factores o porque el trencito lo manejaba el Concuñado de la Tía Yolanda, es que se dio que se armó un trencito de la alegría que empezó a girar en manera de espiral y que iba atrapando a sus víctimas mientras pasaban por al lado y los metían en el medio, generando así un hecho convocante mente masivo y atrayente. 
No sabemos con exactitud cuántos fueron los que se subieron al tren y cuantos pudieron negarse o bajarse con tiempo, pero si sabemos que ese tren encaró para la puerta del club y sin encontrar resistencia alguna y con unos pares de copetes en sus manos encararon para la calle, y luego para la avenida y luego agarraron para la plaza y de ahí a la estación que la tenían enfrente y se fueron para el andén, y bajaron a las vías y agarraron para el lado de Luján y allí hicieron trasbordo con el tren que va para Junín y de allá se fueron a Lobos y siempre lo hicieron cantando canciones de carnaval carioca e hicieron puentecitos y siguieron y siguieron, y ya nunca más los vieron volver a la fiesta, al barrio, a sus hogares ni a sus trabajos.
Coincidentemente con este hecho aparecieron crónicas de distintos pueblos del interior del país donde aseguran haber visto un grupo de gente desfilando por sus vías.
Por testimonios de estos hechos podemos advertirle a usted que si se  encuentra en una estación de tren y a lo lejos ve venir vinchas luminosas y escucha pitidos de silbatos, espanta suegras y traqueteos de matracas; prepárese porque allí a la distancia viene el trencito carioca de Morón,  tirando semillas  de confeti por cada pueblo que pasan, para que allí crezcan muchas más fiestas de esas que no saben de tiempos ni espacios, ni éticas, ni morales.
En los pueblos donde hay una vía cercana es común encontrar un vino sin descorchar, guardado para que, si alguna noche de estas, se oyera el tren venir pudieran estar listos para subirse al estribo sin trastabillar.
Si usted se encuentra en un lugar así, le aconsejo tomar a la mujer más linda del pueblo, e invitarla a subirse a ese tren de amor y algarabía, que hoy usted la va a invitar a sacar la cabeza por la ventana y sentir como el viento la despeina y la hace sentir viva una vez más.
FIN

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