jueves, 7 de marzo de 2024

Mudanzas

 

Hay algo que nunca puedo dejar de hacer y ese algo tiene que ver con momentos que son de reflexión e introspección. No hay manera de que yo escape de este momento y sin embargo me sucede cada tanto, muy cada tanto, pero siempre que me sucede , me sacude.  Me habrá pasado unas ocho o nueve veces desde que existo en este planeta, en este plano... o más... y hablo de mudarme.

Ya Google me lo advierte :

Mudanza hunde su etimología en el latín mutare, y no es raro que el origen sea el mismo que el de la palabra cambiar, porque no deja de ser lo mismo. Porque una mudanza supone un cambio externo, de lugar y de ubicación, de contexto, pero también una mutación interna, porque algo de nosotros cambia con el viaje.

Se trata de eso, sin duda, de mutar, de cambiar. A veces a la fuerza y otras también.

Cada vez que me llega la hora de mudarme lo vivo como un duelo; que,  sin duda lo es. pero lo vivo como un duelo humano, como si despidiese a una persona, como si una partecita de mi quede en los rincones. Aquel rincón donde me tomaba los verdes antes de ir al laburo, ese otro donde me sonó el teléfono el día que me enteré el fallecimiento de mi gran amigo El Ruso... mirá que te extraño Rusito querido... y ahí está la parrilla que tanto jugo le sacamos con vos Rusito y los muchachos. Yo no sé ustedes pero las casas cuando son casas, mejor dicho, cuando son hogares tienen realmente pedacitos de limadura de nuestro ser. Si tenemos la suerte y la dicha de tener nuestro lugar en el mundo y a la vez emplazar nuestra humanidad en ese dichoso lugar, seguramente tengamos pensamientos maravillosos, búsquedas profundas de nuestro ser y la posibilidad de quedar a tres o cuatro centímetros de una verdad.

De cada casa que me iba a modo de ritual  dejaba  un mensaje escrito porque confiaba en que algún día volvería a buscarlos ." Ger 92, viva Boca"  Dejé atrás de una puerta de un placard cuando me mude a los 8 años   En el noventa y nueve me mudé a Bella vista. Mi vieja ese año fallecía de un cáncer fulminante. Unos meses antes de que pierda la batalla me preguntó si quería irme para allá. Le dije que sí y luego, cuando el cáncer le dio finiquitud, mi viejo me volvió a preguntar. Un poco en compromiso y otro poco en homenaje a mi vieja y repetí el "Si, quiero vivir en el verde" además una abuela es una madre al cuadrado. Antes de irme de ese departamento en la Calle Zapata del barrio de Belgrano dejé un papel escrito, escondido en el zócalo de mi cuarto " Tocan momentos difíciles Ger, pronto volverás más fuerte" y así fue... volví unos años después a ese departamento, a ese zócalo, a buscar ese mensaje. Volví fortalecido y un poco más grande.

No se ustedes, pero a mi me cuesta mucho despegarme de los lugares felices, a los que recomiendan no  volver y tanto me cuestan olvidarlos que siempre que voy de visita a Buenos Aires trató de visitarlos. Pasar por ahí aunque no tenga que pasar. Sentarme en un escalón y tomarme un café, fumarme un pucho y mirar, mirarme, verme... jugando a la pelota o a la escondida.. Quedarme hasta tarde con los muchachos del barrio jugando a las cartas hasta altas horas de la noche. Otras veces me veo borracho volviendo a altas horas por los callejones de Parque Chacabuco, o viendo una secuencia en eleven town (Once) o dejando morir mi humanidad en el monoambiente de Chacarita, frente al cementerio, donde tantas veces anhele ir.

Es que cada lugar de esos tiene una llave distinta, una combinación distinta, quizás como los sentimientos que nos atraviesan en esos momentos. Digo, si los sentimientos son la conjunción de momentos que vivimos y las llaves que llevamos son los lugares donde refugiamos nuestros sentires; entonces... atrás de cada llave hay una historia, mil historias, millones de historias ¿ y de qué  estamos hechos si no es de eso?

Traslado esto a las personas y me animo a decir que  tenemos algo de hogar, o los hogares tienen  algo de nosotros,  y que las llaves y las cerraduras...y los sentimientos y lo de dejarnos alguito escrito en algún rinconcito, para no olvidar, para no ser olvidados...  para  volver algún día  o para nunca dejar de irnos. No sé, no tengo la respuesta a eso.

Algo que hago también es guardar una llave de cada casa en la que viví. Las tengo en una cajita que mudanza a mudanza pesa más. Algún día me hare una estatua pienso.

Hoy mientras escribo este relato estoy cercano a ese momento, a mudarme. Me toca una vez más y esta vez acompañado por mi mujer y mi hija. Es distinto pero igual. Igual dejamos pedacitos de nosotros, momentos lindos y de los otros, momentos de inspiración, de amor y de bailar, de las juntadas con los amigos, de las visitas de verano, de mirar la luna hasta que se haga temprano.

Ahora estoy en uno de esos rinconcitos, justamente, en el que escribía cuentos y de algún modo aprovecho para irme despidiendo de esta casita, a media cuadra del rio, con vistas a las sierras y con muchos latidos en sus cimientos. Hoy me toca empezar a decirte adiós.

 Y mientras escribo este relato también escribo abajo de la ventana...

" En definitiva somos el conjunto de todos esos rinconcitos en los  que alguna vez fuimos y nunca dejaremos de ser".



FIN


 


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